sábado, 31 de agosto de 2013

Nos volvemos a Alemania

Después de algunos meses en España debíamos volver a Alemania, sí, digo debíamos porque el padre me daba de plazo hasta el 31 de agosto para traer a sus hijos de vuelta. Tan absurdo como innecesario, pero bueno, eso mismo pienso yo ahora de él, que es absurdo e innecesario.

Mi hijo mayor que llevaba ya unos días con la mira puesta en su viaje en avión, era incapaz de dormirse la noche antes de la emoción. Sí, muy dulce pero cuando tienes que levantarte de madrugada para ir a coger un avión y enfrentarte sola a situaciones complicadas, se te ponen los pelos de punta cuando pasan las horas y no estás durmiendo.

El viaje, como le comentaba a un amigo que me preguntó, todo lo emocionante que se puede esperar cuando viajas sola con un bebé y un niño pequeño, o como me suelen decir en el mostrador de facturación, ¿Viaja usted con un Child y un Infant, correcto?. A lo que respondo, viajo con dos terremotos pero sí, llamémosles formalmente Child e Infant.

Sobrepeso

Esta palabra no suele significar nada bueno y si ya lleva una mal su propio sobrepeso imagínate cuando la que te lo dice es la DIOSA que está detrás del mostrador de facturación con cara de "oh, oh, alguien tiene un problema". El sobrepeso tampoco era para tanto pero reubiqué los tres kilos que sobraban y los coloqué en la maletita que mantenía oculta detrás del mostrador para que no me sentenciara a muerte al ver todo con lo que pretendíamos subir al avión, equipaje de mano JE JE JE. Todo finalizaba con relativo éxito, cuando de repente la moza de facturación le pregunta a mi hijo si esa maleta que está llena de pegatinas de Bob Esponja (no preguntéis) es suya, a lo que él responde, NO, la mía es ESTA y saca a la luz la maletita de equipaje de mano.

En ese momento casi prefería volver a casa y esperar a que la Polizei viniera, me pusiera los grilletes y me llevaran ante el juez por no haber sido capaz de llevar a los niños a Alemania en la fecha acordada. Teniendo en cuenta lo anterior, esperaba que tuviese piedad, ¿quién no teme al personal de facturación?. Estoy segura que el juez hubiera empatizado conmigo nada más decírselo mientras me hubiera explicado algunas de sus experiencias... Seguro.

Control de seguridad

Control de seguridad o cómo ponerte patas arriba todos los trastos que llevas a cuestas para luego tener que volverlos a organizar de nuevo. Eso si no te toca desvestirte, quitarte los zapatos y correr detrás del niño sin zapatos o cosas por el estilo. Fue todo bien, excepto por los cinco kilos de piedrecitas de playa (ejem) que hemos ido recolectando de todas las playas a las que hemos ido y que decidí poner en el equipaje de mano para no tener problemas en el mostrador de facturación con el sobrepeso (ingenua). Bueno, se apiadaron de mí al verme sola y cargada como una mula con maletas, niño en brazos y niño como loco corriendo. Por favor, no olvidéis que si cogéis un par de piedrecitas no pasa nada, pero si llevas cinco kilos de piedrecitas, no se lo toman a bien, no, definitivamente no.

Embarque

Es este momento en el que rezo todo lo que sé, pido a Dios que por favor no me toque algún alemán falto de humor por los alrededores de mis asientos y que la señora o señor que esté sentado delante de mi hijo mayor, se apiade de mi alma. Pues será que no soy creyente y Dios me castiga por molestarle sólo cuando me interesa, que me tocó un alemán corpulento con cara de pocos amigos delante del asiento del mayor, unos pasajeros faltos de sueño a mi alrededor que querían aprovechar el vuelo para dormir  pero un mozo de buen ver a mi lado y bueno, aunque sólo fuera por girar la mirada y llevarme una alegría, ya hubiera merecido la pena. Es igual porque el encanto y mi autoestima se fueron al garete cuando mi hijo pequeño, que viajaba sentado en mis piernas, se me meó encima y el muchacho aceptó la oferta de la amable azafata para que le ubicase en un lugar más tranquilo. Todo el viaje con el pantalón como si la que se hubiese meado hubiera sido yo aunque mi hijo sequito, que llevo muda de cambio. Tres mudas de hecho, la pena es no haber puesto una para mí (verdammt!).

La llegada fue buena, pude transportar todo el equipaje hasta la zona de espera y allí me recogió una amiga que nos llevó a casa. Una vez allí, empecé a deshacer equipaje mientras los niños se reencontraban con sus juguetes después de unos meses.

En el capítulo de hoy hemos aprendido que con el sobrepeso no se juega, que las piedras, en el mar, que es su sitio y que si tu hijo está dejando el pañal "ni te cases NI TE EMBARQUES", o lleva una muda de cambio, si es que tienes narices a sumarla a todos los trastos que llevas. 



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